martes, 6 de enero de 2009

Mi penúltima guerra

A pesar de mil intentos, nunca fui un buen actor, o un buen mentiroso.

Mientras conducía de regreso a casa, y con el océano pacífico a mi izquierda, pude sentir como poco a poco perdía movibilidad a causa de un miedo justificado. Mis manos se inquietaban en el volante, una gota gélida empezaba a recorrer mi endurecida cara. Mientras más intentaba no mostrar nerviosismo, más me delataba. Y ella, a mi diestra, con una extraordinaria capacidad de intimidación, no dejaba de mirarme, directa y atentamente.

Por un momento pensé en desistir de la mentira, pero sabía que las consecuencias podrían serían fatales. Y no exagero.

Alguna otra noche, meses atrás, “P” me había mostrado su descontrol, llamémosle emocional, dentro de una catarisis lamentable. Parte de la escena, fue la actividad lúdica "Lancemos objetos inanimados a ver cuál le cae a Gary". Gracias a su mala puntería y a mis índices de agilidad y flexibilidad, pude sortear uno tras otro los objetos que volaban por el aire, mientras me acercaba a ella para abrazarla hasta que se calme. Nunca lo hizo. Pero se quedó quieta llorando de ira. Luego de varios minutos, pude entender que la causa de la agresión se debió a que la besé de una forma distinta, no sé si mejor o peor pero distinta a todas las noches anteriores. Y su mente enfermiza imaginaba que esas nuevas técnicas las aprendía con alguna amante furtiva experta en destruir relaciones con sus artes efectivas y poco románticas.

Con esa experiencia en mente, y con la idea de no descifrar si soy realmente inmortal, tuve que apelar a mi inexistente capacidad histriónica e inventar, mientras conducía, una mentira para no decirle con quien estuve la tarde anterior.

Porque estuve con “A”.

Lo que hice con ella en el contexto carece de relevancia, ya que no existía razón alguna en la faz de la tierra que justifique que vuelva a verla.

El odio de "P" recaía en las historias muchas veces inventadas que nos relacionaban.

Existía una obvia química y una confianza única, lo que nos permitía compartir momentos muy íntimos sin confundir nuestro sincero amor. Era mi mejor amiga, al menos hasta que "P" me "pidió" que la deje de ver. Lo cual hice. Perdí a mi mejor amiga.

- Gary, me duele mucho lo que dices, pero no puedo hacer nada al respecto, espero que pronto te des cuenta con quién estás si te pide que te deshagas de tu mejor amiga, y no me duele porque te lo dice, me duele porque le haces caso.

"P" seguía mirándome sin decir palabra alguna, acaso planeando una dulce venganza. Aún así, no podía claudicar en la mentira que ya había empezado. Se trataba de supervivencia. Pero no podía más. Era demasiado el desgaste de intentar sobrevivir.

No me quedaron más fuerzas, y decidí morir, una vez más.

Me estacioné, ya cerca a la casa de mi familia, casi presagiando lo que iba a suceder. Claro, alejado de multitudes ya que nunca me ha gustado el escándalo. Minutos antes, cautelosamente empecé a retirar los objetos más arrojables que podrían usarse como herramientas para hacerme daño.

-Sí. La ví. – Le dije cobardemente sin mirarla - Ayer estuvimos haciendo una recolección de juguetes por navidad y me pidió que la acompañe.

Unos segundos de silencio me dieron una pequeña luz de salvación pensando que una misión tan generosa podría justificar la "traición". Me equivoqué.

La bebida gasificada que “P” tenía en manos en milésimas de segundos voló a través del vehículo para ladear mi rostro y arrojar mis lentes a alguna zona oscura desde donde desperté segundos después y apenas pude ver una palma de su mano diestra acercéndose cada vez más como en cámara lenta, acariciándome estratégicamente entre mi ojo derecho y mi pómulo.

Ante mi regreso a la realidad y antes de siquiera sentir dolor, me percaté que el carro estaba pintado con la bebida aún burbujeante de color naranja, mientras ella coloreaba su rostro de un rojo odio poco usual en las chicas de raza oriental.

Esa situación fue suficiente para decidir que no quería seguir con ella. Por un lado, jamás le levantaría la mano una mujer y por otro, me quería a mi mismo lo suficiente como para no soportar la compañía de una persona violenta y explosiva.

Días después terminé con ella y empecé un proceso largo y tedioso de soportar sus llantos y sus odios.

Seguidamente, incansables manipulaciones emocionales con llantos, griteríos, sesiones sexuales fantásticas, falsas intoxicaciones y otras enfermedades incluyendo una sobredosis de pastillas que resultó siendo ingesta de dos aspirinas para el dolor de cabeza por tanto llorar y hasta seguimientos casi policiacos, me ayudaron a olvidarla rápidamente.

En uno de los últimos días de guerra y habiendo aceptado regresar con ella pero darnos un tiempo, para que me deje tranquilo, se metió con un tipo.

Y mi penúltima guerra, finalmente se acabó.

No estoy seguro de saber quien ganó. Pero poco me importaba. El balance de la guerra fue muy negativo. Me había peleado con mi familia por estar con ella, perdí algunos amigos y amigas, mi corazón quedó quebrado, me desgasté y estresé por varios meses, aunque la parte buena es que salí relativamente completo, y no claudiqué antes mis principios.

Ahora no hablo con ella y espero que siga así. Siento que aunque pasamos muchas cosas buenas y malas, fueron todas intensas, y eso ayuda a formar el carácter. Aún así, siento que acercarme a ella sería atraer cosas negativas y eso es lo que menos quiero. En la vida aprendí a renunciar a lo negativo, incluyendo a las personas.

Sé inmensamente feliz como has debido siempre de ser.

P.D.: Nunca más te quiero ver oscura golondrina. Va en serio.

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